Metanoia: Consiste en volver nuestra mirada a Jesús, porque solo él es luz y guía segura, así también
este cambio de rumbo en nuestras vidas produce en nosotros esa transformación del hombre viejo en hombre nuevo por el bautismo, pero esta no es una transformación por arte de magia, el bautismo es sello invisible a nuestros ojos terrenales, indeleble y sobrenatural del Espíritu Santo, que nos hace hijos de la Iglesia de Cristo resucitado.
este cambio de rumbo en nuestras vidas produce en nosotros esa transformación del hombre viejo en hombre nuevo por el bautismo, pero esta no es una transformación por arte de magia, el bautismo es sello invisible a nuestros ojos terrenales, indeleble y sobrenatural del Espíritu Santo, que nos hace hijos de la Iglesia de Cristo resucitado.
En los Evagelios se habla muy claramente sobre aquello del “vino viejo y el vino nuevo”, como nos dice Jesús, a nadie se le ocurriría echar, por ejemplo “vino nuevo en odre viejo”, por la sencilla razón de que los odres viejos se romperían, por lo tanto, para el vino nuevo se requieren odres nuevos, también nos dice Jesús que a nadie se le ocurriría remendar o poner remiendos en ropa vieja con pedazos, dijéramos, de ropa nueva, en otras palabras, romper un traje nuevo para remendar uno viejo, eso es ridículo, ¿no es verdad? del mismo modo también esta nueva enseñanza es como el vino nuevo que necesita un odre nuevo. ¿cuál es este odre? ¡nuestra mente y corazón! una mente y corazón sin Cristo, anda manchada por el mal, que es el pecado, si no despedimos las formas obsoletas de razonar o pensar, si persistimos pensando en las prácticas que antes teníamos, francamente estamos perdiendo el tiempo, se precisa cambiar la manera de pensar o razonar, se necesita odre nuevo para vino nuevo.
Del santo Evangelio según san Juan 14, 1-6*
«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» *Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Jn 1:1 Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Jn 1:2 Al principio estaba junto a Dios.
Jn 1:3 Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
Jn 1:4 En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Jn 1:5 La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Jn 1:6 Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Jn 1:7 Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
Jn 1:8 El no era luz, sino el testigo de la luz.
Jn 1:9 La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Jn 1:10 Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Jn 1:11 Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Jn 1:12 Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Jn 1:13 Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Jn 1:14 Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Jn 1:15 Juan da testimonio de él, al declarar: “Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”.
Jn 1:16 De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
Jn 1:17 porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Jn 1:18 Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Jn 1:19 Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: “¿Quién eres tú?”.
Jn 1:20 El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: “Yo no soy el Mesías”.
Jn 1:21 “¿Quién eres, entonces?”, le preguntaron: “¿Eres Elías?”. Juan dijo: “No”. “¿Eres el Profeta?”. “Tampoco”, respondió.
Jn 1:22 Ellos insistieron: “¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?”
Jn 1:23 Y él les dijo: “Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”.
Jn 1:24 Algunos de los enviados eran fariseos,
Jn 1:25 y volvieron a preguntarle: “¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?”.
Jn 1:26 Juan respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen:
Jn 1:27 él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”.
Jn 1:28 Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán donde Juan bautizaba.
Jn 1:29 Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Jn 1:30 A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Jn 1:31 Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”.
Jn 1:32 Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Jn 1:33 Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”.
Jn 1:34 Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.
Jn 1:35 Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos
Jn 1:36 y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: “Este es el Cordero de Dios”.
Jn 1:37 Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
Jn 1:38 El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué quieren?”. Ellos le respondieron: “Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?”.
Jn 1:39 “Vengan y lo verán”, les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Jn 1:40 Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.
Jn 1:41 Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo “Hemos encontrado al Mesías”, que traducido significa Cristo.
Jn 1:42 Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas”, que traducido significa Pedro.
Jn 1:43 Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”.
Jn 1:44 Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.
Jn 1:45 Felipe encontró a Natanael y le dijo: “Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret”.
Jn 1:46 Natanael le preguntó: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”. “Ven y verás”, le dijo Felipe.
Jn 1:47 Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: “Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”.
Jn 1:48 “¿De dónde me conoces?”, le preguntó Natanael. Jesús le respondió: “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”.
Jn 1:49 Natanael le respondió: “Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.
Jn 1:50 Jesús continuó: “Porque te dije: “Te vi debajo de la higuera”, crees. Verás cosas más grandes todavía”.
Jn 1:51 Y agregó: “Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
José Viruez Arce - Laico